Esta es parte de un articulo aparecido en el año 2012 (adjunto al final la fuente con link del articulo completo). Lo considero el tema de actualidad referente a la cuestionable situación de la educación en el Perú, enfocada 100% al lucro. Sobre el tema de la enseñanza del arte, como anécdota recuerdo las palabras del venerable Juan Manuel Ugarte Eléspuru ante alumnos, egresados y docentes- en pleno cierre del local de la escuela de bellas artes 1996 (?) ante la demanda estudiantil de solicitar el grado universitario para la escuela. Reunión en la casona de la Universidad de San Marcos,
..."más que titulos, o diploma o grados universitario lo que vale es la obra"
La Enseñanza del arte como fraude publicado por Luis Camnitzer en 2012/03/21.
Quiero comenzar esto con dos afirmaciones
pedantes y negativas. Una es que el proceso de educación de los artistas en el
día de hoy es un fraude. La otra es que las definiciones que se utilizan hoy
para el arte funcionan en contra de la gente y no a su favor. La parte
del fraude está en la consideración disciplinaria del arte, que lo define como
un medio de producción. Esto lleva a dos errores:
1.-
El primer error es la confusión de la creación con la práctica de las
artesanías que le dan cuerpo.
2.-
El otro error es la promesa, por implicancia, que un diploma en arte
conducirá a la posterior supervivencia económica.
La
educación formal del artista sufre de las mismas nociones que imperan en las
otras disciplinas: que la información técnica sirve para formar al profesional
y que después de adquirir esta información uno podrá mantener una familia. En los
Estados Unidos, en donde la educación no es un derecho sino un producto
comercial de consumo, esta situación es llevada al nivel de caricatura obscena.
La inversión económica para recibir el diploma final de maestría, el Master of
Fine Arts, en una universidad decente es de unos 200.000 dólares. Al final de
este gasto, la esperanza es vender la obra producida o enseñar a las
generaciones venideras. Aun si esto no es literalmente así en otros países, el
concepto probablemente funciona en todo el mundo.
La definición del arte es otro
problema. Me gusta pensar que cuando se inventó el arte como la cosa que hoy
aceptamos que es, no fue como un medio de producción sino como una forma de
expandir el conocimiento. Me imagino que sucedió por accidente, que alguien
formalizó una experiencia fenomenal que no encajaba en ninguna categoría
conocida, y que eligieron la palabra “arte” para darle un nombre.
De esa manera lo que
inicialmente había sido “arte como una actitud” pasó a ser “arte como una
disciplina”, y peor aún, “arte como una forma de producción”. La forma, que
inicialmente había sido una consecuencia de la necesidad de empacar una
experiencia, ahora pasó a ocupar el lugar del producto.
El
mercado capitalista nos enseña que si un objeto puede ser vendido como arte, es
arte. Esta descripción, culturalmente cínica, obscurece una realidad mucho más
profunda. Esta realidad es que el propietario del contexto último de la obra de
arte determina su destino y su función.
Se puede afirmar que la enseñanza del arte se dedica fundamentalmente a la
enseñanza sobre como hacer productos y como funcionar como artista, en lugar de
cómo revelar cosas. Es como decir que enfatizamos la caligrafía por encima de
los temas sobre los cuales queremos escribir y como vender esas páginas
caligrafiadas. Y con ello,
bajo el disfraz de lo apolítico o de una política consumida instantáneamente,
servimos a una estructura de poder que es totalmente política.
Para peor, enseñar a fabricar
productos es algo fácil y cómodo, y por lo pronto una situación en la que se
puede caer, quedar y sentirse bien. Pero la información para esta enseñanza es
algo existente y es transmitida. Y los procesos de transmisión de información
existente se acomodan al modelo de la pedagogía autoritaria. Como ya lo dijo
Paulo Freire, el profesor es similar al bancario que tiene y distribuye el
dinero de acuerdo a sus criterios. En el salón de clase este dinero es la
información. Con esta relación de poder se minimiza toda posibilidad de
rebelión. ...
Para lubricar mejor el
proceso en el campo de la enseñanza artística, se declara la imposibilidad de
enseñar el como tener ideas. Si el alumno no tiene ideas, es culpa del alumno.
Esta negación y culpabilización solamente es posible si uno clasifica a la
gente en dos categorías: en genios y en imbéciles. Se elimina la categoría de
“normal”. En cierta forma esto presume en mi ejemplo de los 500 estudiantes de
los cuales 20 lograron ingresar al circuito de galerías, que estos 20 son los
genios y que los otros 480 que piensan en enseñar arte son imbéciles. Y esto
explica por que en los Estados Unidos las
universidades tratan de contratar como profesores a las estrellas del mercado
artístico, no importa cuan malos
son como enseñantes.
La moraleja de todo esto es que
los 200.000 dólares en los estudios en Estados Unidos se invierten en el
derecho de ser filtrado para dejar lugar a los genios. Las mejores
universidades entonces son las que atraen y filtran más genios. Como esos genios en realidad no
necesitan de las universidades, éstas venden la fama de sus diplomas y una
pedagogía haragana.
Enseñar a tener ideas
ciertamente requiere bastante más que transmitir información. El profesor tiene
que reubicarse y abandonar el monopolio del conocimiento para actuar como
estímulo y catalizador, y tiene que poder escuchar y adaptarse a lo que
escucha.
...
El
buen arte se aventura en el campo de lo desconocido; sacude los paradigmas
fosilizados, y juega con especulaciones y conexiones consideradas “ilegales” en
el campo del conocimiento disciplinario. El enfoque que se reduce a la
fabricación de productos evita estos temas; se confirman las estructuras
existentes y la sociedad permanece calma y embotada. Se genera así lo que me
gusta llamar el artevalium.
...
Si el arte fuera realmente una
actitud y una manera de aproximarse al conocimiento, no importaría realmente en
que medio ocurren las ideas y las revelaciones. Lo único que importa es que
tienen lugar y que son comunicadas correctamente. No se trata de
identificar el “talento”. Hay entender
la diferencia entre la percepción funcional y la percepción estética, que es otra manera de ver las
diferencias en la toma y propiedad de las decisiones.
La percepción
funcional lubrica
nuestras interacciones con otra gente, aquella gente que se mueve en las mismas
convenciones y se comporta de acuerdo a decisiones preexistentes y reguladas. Es el sistema que nos mantiene
firmemente encerrados dentro de las fronteras de lo conocido y lo predecible.
la percepción estética, en cambio, idealmente, es posible gracias
a una distancia crítica de la percepción funcional. Con la percepción estética podemos ver
las cosas como si fuera por primera vez y decidir por nosotros mismos. ...
La educación de los artistas,
entonces y en mi opinión, consiste de tres pasos en los que el profesor puede
actuar de guía y, más importante, de interlocutor: 1) plantear y formular un
problema creativo interesante, 2) resolver el problema lo mejor posible, y 3)
empacar la solución en la manera más apropiada para expresar y comunicarla.
Inspiración - Intuición - Compromiso
La
más importante probablemente sea que el arte es un lugar en donde se pueden
pensar cosas que no son pensables en otros lugares. La otra es que un buen problema
artístico no es agotable, que una buena solución tiene reverberaciones, y que
una buena comunicación produce muchas más evocaciones que la información que
transmite.
“compromiso”
era una palabra compleja que trataba de incluir todo el peso de la conciencia
social, de la militancia y de la claridad de las metas para un mejoramiento de
la sociedad. Es decir, trataba de cuestionar el sistema de valores bajo el cual
se juzga a los objetos, y el autor o artista como productor no era meramente un
creador de productos.
...
En una de mis clases, una estudiante
de bastante edad, pidió la palabra después de terminar su proyecto. Nos contó
que su marido, un pintor de paredes, había formado parte del equipo que borró
el mural que Diego Rivera hiciera en el Rockefeller Center en 1934. Rivera
había incluido un retrato de Lenin en el mural. Rockefeller exigió que lo
borrara, y Rivera se negó. El marido de la estudiante había vuelto a la casa
comentando los hechos y diciendo: “La pintura realmente no era tan mala”. Claro
que se podría afirmar que Rivera no entendió que aquí no era más que un artista
mercenario contratado por una sociedad de humanoides.
Pero
la anécdota también sirve para discutir, en forma menos simplista, los
problemas de comunicación entre el artista y su público. Rivera quiso educar a
un público nuevo sin conocer o aceptar las reglas de ese público. Una de las
reglas era justamente que el propietario del contexto último de la obra de arte
determina su destino y su función, y aquí el propietario era Rockefeller. Y
Rockefeller no quiso que Rivera se pusiera en comunicación con el público que
él quería, o por lo menos que le dijera lo que quería decirle. Y todo esto,
estas relaciones y como discutirlas, también es enseñable.
Vuelvo entonces a mis creencias
del principio: que el proceso de educación de los artistas en el día de hoy es
un fraude, y que las definiciones que se utilizan hoy para el arte funcionan en
contra de la gente. El error mayor en la estructura de la enseñanza del arte
entonces parece ser la ignorancia de sus contradicciones. Existe una estructura
diseñada para enseñar arte, pero el mercado es incapaz de absorber a los que se
gradúan de esa enseñaza. Existe una estructura diseñada para enseñar arte, pero
es una que está acompañada por la presunción que la creación artística no es enseñable.
La forma más cómoda y barata de resolver estas hipocresías sería la eliminación
de la estructura y olvidarse del problema. La más difícil, cara, pero
responsable y ética, es enfrentar la misión del creador en lugar de la del
artesano, y educar a la sociedad para que reconozca y financie esa misión.
Luis Camnitzer*
·
texto
de la conferencia del artista en el marco de su exposición en el Museo de Arte
de la Universidad Nacional. Bogotá, marzo de 2012
FUENTE
Fernando Uhía2012/03/22 at 11:08
am. Esta conferencia de Luis Camnitzer también fue pronunciada el 8 de
febrero de 2007 en la Universidad de los Andes de Bogotá. Con permiso del autor
fue incluida en la publicación CUADERNOS GRISES # 4: EDUCAR ARTE / ENSEÑAR ARTE
(Departamento de Arte, Uniandes, Bogotá, abril de 2009) bajo el título
“Conferencia II”. Cuadernos grises se consigue en la Librería de
Uniandes (sobre el Eje Ambiental en Bogotá) o en este link: http://www.lalibreriadelau.com/artes-en-general-ca25_127/revista-cuadernos-grises-no-4-educar-arteensenar-arte-p23052